jueves, 26 de febrero de 2009

Los gallegos…se quedarán¡¡¡¡

El de ayer fue el último mitin en Galicia de Rosa Díez. Un mitin precedido de muchos kilómetros andados por los voluntarios magentas, de muchos periódicos repartidos y publicidad buzoneada. El de ayer fue un mitin en un salón más grande, que se quedó pequeño. Fue un mitin lleno de caras desconocidas hambrientas de argumentos sensatos, de palabras con sentido. El de ayer fue un mitin en el que muchos ciudadanos se atrevieron a probar un mensaje nuevo e, incluso, se animaron a corear las palabras de Rosa, Pilar, Aser y Andrés, que cantaban junto a ella. Fue, como dijo la diputada, “un mitin interactivo”, aunque sin banderas y sin mensajes grabados ni empaquetados para enviar a los medios de comunicación. Y con aplausos arrancados con sinceridad. Un mitin abierto y sin guión.

La diputada dibujaba la situación política a los espectadores y ellos coreaban con aprobación. Los ciudadanos interactúan si el discurso les anima a ello o les convence. Y, en este caso, la receptividad estaba en el ambiente. “¿Para qué sirven los mítines?, -preguntó la diputada. Según he leído estos días a un articulista: para nada. Pero no es cierto: los nuestros sí sirven. Este es un mitin que no está lleno de militantes. En este mitin no conozco a casi nadie”. Hasta en eso UPyD ha retrocedido unos cuantos años. No sólo en embuchar manualmente los sobres entre migas de tortilla o bostezos de siesta. No sólo en llevar la política a la calle y, no con paseos de candidatos artificiales, sino dialogando con ellos, pasándoles el micrófono sin censuras, límites o cortapisas. En este mitin tampoco se escuchó ningún insulto. Ni para los que nos obvian desde su tribuna de oro ni para los que, encarecidamente, suplican a sus militantes que no nos voten.
En cambio, los aplausos retumbaban cuando Díez repetía que UPyD defiende la unidad de la nación española. La gente aún no lo sabe o no quiere darse cuenta. A los de UPyD no les molesta que les llamen españoles. No es insulto, aunque lo arrojen como si lo fueran o lo pinten en negro en los carteles o en los autobuses magenta en un intento inútil de atacar la esencia magenta o de atentar contra la sensibilidad. El mensaje magenta no va por ahí. Los de UPyD aseguran que se sienten como en casa en cualquier rincón. “¡Qué bien se siente uno siendo gallego o vasco sin renunciar a ser español¡ La bandera es el símbolo del orden constitucional. Y es que al que es nacionalista le parece bien ser nacionalista vasco o catalán, pero le parece mal el nacionalismo español. No, los de UPyD son españoles con ambición de país”, remachó la diputada. Así se sencillo. Así de simple. Como el partido.
El de ayer fue el último mitin de campaña en Galicia. De esta campaña. Pase lo que pase el domingo, los gallegos han venido para quedarse. Y seguirán transmitiendo su mensaje a golpe de voluntario y de horas robadas al descanso o a otros placeres.

La calle es un variopinto mosaico de gente. La calle es un escenario en el que los actores no tienen que adoptar ningún papel. Un escenario por el pasar sin parar sin tener que implicarse. Y, sin embargo, la calle es el escenario en el que los viandantes se muestran tal y como son; con desparpajo, timidez o rechazo. La radiografía queda perfecta. Pero no todas las calles son iguales. Hay calles en las que el muro es invisible, pero infranqueable. Asfixiante. Incluso, letal. El muro no lo levanta el enemigo. Lo levanta el vecino, el compañero de colegio o de trabajo. Por pensar diferente. Por expresarse diferente. Y eso, a pesar de la democracia en uno y en otro sitio. La calle muestra, también, el grado de libertad de los ciudadanos, del grado de movilización democrática. Y de los políticos.
Los últimos días de campaña han sido días de calle. Han sido días de kilómetros recorridos tratando de que los ciudadanos sepan que en su paleta puede caber el color magenta. Lo han hecho los voluntarios vestidos con monos magenta y cargados de papeles, sobres y periódicos con una alternativa. Y también lo han hecho los candidatos.

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